Con los nuevos nombramientos en el Seminario de Guadalajara, dados por el entonces Cardenal Robles, se augura un tiempo de justo y necesario cambio. Una institución tricentenaria sumida en un aletargamiento institucional propiciado por una mentalidad corta y limitada del antiguo regimen.
Desde que inició el blog, hemos estado siguiendo de cerca los acontecimientos del llamado corazón de la diócesis, el Seminario de Guadalajara, quien desde la llegada del Cardenal Robles esta viviendo la génesis de una reestructuración, lenta pero segura.
A la llegada del Cardenal Fransisco Robles
muchos pensaban que el cambio se iba a dar de facto, como en Monterrey, quien
en poco tiempo hizo limpia y reestructuro varias instancias, entre ellas
el Seminario. Pero no fue así, Guadalajara no es así, no se trata de una transformación fast
track, se trata de un cambio meticuloso, transparente y de mucho cuidado.
El Seminario puede dividirse en tres
etapas en su historia moderna, la etapa de los rectorados de Sandoval a
Davalos, la etapa de Miguel Romano y la etapa en tiempos de Robles, bueno al
menos es así como la pudiéramos identificar, tomado de las platicas con algunos
conocidos de allá de Guadalajara.
Durante la etapa de finales de Sandoval,
quien formo a un porcentaje elevado del actual presbiterio, fue una etapa
caracterizada por el autoritarismo, muy al estilo de Sandoval, donde el miedo y
la disciplina eran la forma de control de los alumnos, algo que en ese tiempo sirvió
bastante. La etapa de Martin Rabago aunque corta pero eficiente fue
considerada una etapa de dialogo de apertura y de transformación, después vino Dávalos,
quien con su afán de ser Obispo transformo el Seminario en una mini diócesis,
eran los tiempos donde se le dio mayor auge a la espiritualidad
diocesana, fue la apertura total del Seminario, la formación iba
mejorando y a la vez iba cumpliendo con las expectativas de esos tiempos, hubo
algunas fallas al final, pero en general se mantuvo al margen, aun el seminario
conservaba su brillo que poco a poco iba desgastando.
Ya en el tiempo de Miguel Romano, al
inicio había muchas expectativas, un espiritual, ahora Obispo, amigo y
confidente de los Seminaristas era la autoridad máxima del Seminario, fue tanta
la expectativa que el mismo Obispo no alcanzo a dar el ancho en el cargo. No vivía
ahí, delegaba funciones, y su presencia se limitaba, a algunas horas en
el Seminario, nunca estaba, pero de todo se enteraba. Se empezó a sembrar la
desconfianza entre los alumnos y de estos para con los formadores. Su
incapacidad de mantener el orden y la autoridad obligo a que se
cometieran muchas injusticias con alumnos que en ocasiones no eran
aceptados por los formadores y que estos manipulaban la autoridad del
Obispo para despedirlos, se pasaban la bolita, el obispo decía, ¨dijeron los
formadores¨, y los formadores decían ¨dijo el Obispo¨, así se lavaban las manos
uno de otro.
Ante la presión del presbiterio por la
manera en que se estuvo llevando el Seminario durante ese periodo el Obispo
Miguel Romano se cerró en su pequeño gueto de poder, con los Sacerdotes que
hacían el trabajo por el y que en muchas ocasiones decidían situaciones
tan delicadas como la del discernimiento vocacional, siguió trabajando,
bajo la protección de Juan Sandoval.
Nadie (dentro del gueto) pensaba que iban
a cambiar a Romano pronto, mucho menos que fuera de los primeros cambios a la
llegada de Robles, pero para sorpresa y admiración de muchos el cambio se vino.
Nadie
en el Presbiterio quería el paquete de Rector, no tanto por el trabajo o la
responsabilidad, sino por la situación que se venía dando en la institución,
casos de pederastia que fueron encubiertos por el mismo Romano, desvió de
fondos del Seminario a instituciones de la arquidiócesis como el
Santuario de los mártires, préstamos personales a familiares de Romano y de
otros Sacerdotes entre otras cosas más delicadas. El caso es que el Seminario
con la era Romano cayó en la decadencia. En ese tiempo hubo pocos cambios de
formadores, solo los que no eran afines a Romano, o peor aun quienes no hacían lo
que algunos miembros del grupo que tenían el poder del Seminario, una
especie de secuestro del Seminario.
Este grupo por demás conocido (Cirecianos)
que le han hecho el peor de los males al Seminario, en todos los aspectos, un
grupo que en vez de unir desunía. Un grupo que sabe manejar el elitismo y el
doble discurso, capaz de dividir a la comunidad del Seminario, al menos ni un
miembro de este grupo era capaz de dar testimonio a los alumnos.
Ya
en la era Robles, con la prudencia que lo caracteriza llego y observo, coloco a
uno de los mejores alfiles en ese puesto, Miranda, quien desde hace tiempo ya sonaba para rector, quizá
desde tiempos de Guadalupe Martin Rabago, pero el tiempo es el tiempo y los
designios de Dios son otros, hasta ahora le toco. En el primer año, hubo poco
cambio, fue un cambio de prueba, no para el Seminario, sino para el mismo
Miranda Martínez, quien tuvo que conocer la realidad del Seminario,
y palpar el mismo todo lo que se hablaba afuera en el Seminario, por ahí un
Sacerdote dijo ¨el Seminario es un desmadre¨ y es cierto.
La
primer encomienda era poner en su lugar al grupúsculo que movía los hilos
en el Seminario, y
le costó trabajo pero lo logro, después los encontronazos con el Padre Velarde
por incompatibilidad de ideas llevo al final del ciclo escolar a un
rompimiento entre dos liderazgos, pero era necesario, por eso se supo primero
que nada la inminente salida del Padre Velarde.
En
este fin de ciclo escolar salen algunos formadores, llegan otros y se
condiciona a unos cuantos su estancia. Urgen formadores santos para
que haya Seminaristas Santos.
Los formadores que llegan tienen un
perfil de los formadores antiguos, los de la vieja escuela, se habla de
la llegada de los Pades José Sanchez Montes y de Heriberto Alcala quienes
ya fueron formadores, en el ciclo anterior entro Leopoldo González, quien
tambien ya había sido formador anteriormente en tiempos de Alfredo Davalos. Se
escucha muy fuertemente que tambien llega como formador David Plasencia, a
quien le apodan ¨Pericles¨ y quien tambien fue formador, o sea puros
lobos viejos de mar para iniciar la renovación de una institución clave en una
diocesis.
Salen desde luego Francisco Garcia
Velarde, los cirecianos Hector Franco, Enrique del Rio, Guillermo Ochoa, también
Fernando Barajas Magdaleno quien tenía demasiado tiempo de formador, casi
toda su vida sacerdotal y otros que van a encomiendas especiales, a Roma, a
Oaxaca y a Osmex.
Veremos que pasa en este nuevo ciclo
escolar, con la justa y necesaria renovación del Seminario, algo que también
falta a ciertas instancias diocesanas, ojala y Monseñor Robles haga corte
parejo, para que así pueda trabajar en
bien de la grey tapatía.