Según los conocimientos, competencia y posición de que gozan, los fieles tienen el derecho e incluso a veces el deber de manifestar a los Pastores su opinión sobre cuestiones que pertenecen al bien de la Iglesia, y también tienen derecho a hacer conocer su opinión a los demás fieles cristianos , con el debido respeto a la integridad de la fe y la moral y a la reverencia hacia sus pastores, y con la consideración por el bien común y la dignidad de las personas. [CIC, Codex Iuris Canonicus (1983), Can. 212, § 3.]

sábado, 3 de agosto de 2013

LA JUSTA Y NECESARIA RENOVACION DEL SEMINARIO DE GUADALAJARA





Con los nuevos nombramientos en el Seminario de Guadalajara, dados por el entonces Cardenal Robles, se augura un tiempo de justo y necesario cambio. Una institución tricentenaria sumida en un aletargamiento institucional propiciado por una mentalidad corta y limitada del antiguo regimen. 







Desde que inició el blog, hemos estado siguiendo de cerca los acontecimientos del llamado corazón de la diócesis, el Seminario de Guadalajara, quien desde la llegada del Cardenal Robles esta viviendo la génesis de una reestructuración, lenta pero segura.

A la llegada del Cardenal Fransisco Robles muchos pensaban que el cambio se iba a dar de facto, como en Monterrey, quien en poco tiempo  hizo limpia y reestructuro varias instancias, entre ellas el Seminario. Pero no fue así,  Guadalajara no es así, no se trata de una transformación fast track, se trata de un cambio meticuloso, transparente y de mucho cuidado.

El Seminario  puede dividirse en tres etapas en su historia moderna, la etapa de los rectorados de Sandoval a Davalos, la etapa de Miguel Romano y la etapa en tiempos de Robles, bueno al menos es así como la pudiéramos identificar, tomado de las platicas con algunos  conocidos  de allá de Guadalajara.

Durante la etapa de finales de Sandoval, quien formo a un porcentaje elevado del actual presbiterio, fue una etapa caracterizada por el autoritarismo, muy al estilo de Sandoval, donde el miedo y la disciplina eran la forma de control de los alumnos, algo que en ese tiempo sirvió bastante. La etapa de Martin Rabago  aunque corta pero  eficiente fue considerada una etapa de dialogo de apertura y de transformación, después vino Dávalos, quien con su afán de ser Obispo transformo el Seminario en una mini diócesis, eran los tiempos donde  se le dio mayor auge  a la espiritualidad diocesana, fue la apertura total del Seminario, la formación  iba mejorando y a la vez iba cumpliendo con las expectativas de esos tiempos, hubo algunas fallas al final, pero en general se mantuvo al margen, aun el seminario conservaba su brillo que poco a poco iba desgastando.


Ya en el tiempo de Miguel Romano, al inicio  había muchas expectativas, un espiritual, ahora Obispo, amigo y confidente de los Seminaristas era la autoridad máxima del Seminario, fue tanta la expectativa que el mismo Obispo no alcanzo a dar el ancho en el cargo. No vivía ahí, delegaba funciones, y su presencia se limitaba, a algunas  horas en el Seminario, nunca estaba, pero de todo se enteraba. Se empezó a sembrar la desconfianza entre los alumnos y de estos para con los formadores. Su incapacidad de mantener el orden y la autoridad obligo a que se  cometieran muchas injusticias con alumnos que en ocasiones  no eran aceptados por los formadores y que estos  manipulaban la autoridad del Obispo para despedirlos, se pasaban la bolita, el obispo decía, ¨dijeron los formadores¨, y los formadores decían ¨dijo el Obispo¨, así se lavaban las manos uno de otro.

Ante la presión del presbiterio por la manera en que se estuvo llevando el Seminario durante ese periodo el Obispo Miguel Romano se cerró en su pequeño gueto de poder, con los Sacerdotes que hacían el trabajo por el  y que en muchas ocasiones decidían situaciones tan delicadas como  la del discernimiento vocacional, siguió trabajando, bajo la protección de Juan Sandoval.

Nadie (dentro del gueto) pensaba que iban a cambiar a Romano pronto, mucho menos que fuera de los primeros cambios a la llegada de Robles, pero para sorpresa y admiración de muchos el cambio se vino.

Nadie en el Presbiterio quería el paquete  de Rector, no tanto por el trabajo o la responsabilidad, sino por la situación que se venía dando en la institución, casos de pederastia que fueron encubiertos por el mismo Romano, desvió de fondos del Seminario a instituciones de la arquidiócesis como  el Santuario de los mártires, préstamos personales a familiares de Romano y de otros Sacerdotes entre otras cosas más delicadas. El caso es que el Seminario con la era Romano cayó en la decadencia. En ese tiempo hubo pocos cambios de formadores, solo los que no eran afines a Romano, o peor aun quienes no hacían lo que algunos miembros del grupo que  tenían el poder del Seminario, una especie de secuestro del Seminario.

Este grupo por demás conocido (Cirecianos) que le han hecho el peor de los males al Seminario, en todos los aspectos, un grupo que en vez de unir desunía. Un grupo que sabe manejar el elitismo y el doble discurso, capaz de dividir a la comunidad del Seminario, al menos ni un miembro de este grupo era capaz de dar testimonio a los alumnos.

Ya en la era Robles, con la prudencia que lo caracteriza llego y observo, coloco a uno de los mejores alfiles en ese puesto, Miranda, quien  desde hace tiempo ya sonaba para rector, quizá desde tiempos de Guadalupe Martin Rabago, pero el tiempo es el tiempo y los designios de Dios son otros, hasta ahora le toco. En el primer año, hubo poco cambio, fue un cambio de prueba, no para el Seminario, sino para el mismo Miranda Martínez, quien  tuvo que  conocer la realidad del Seminario, y palpar el mismo todo lo que se hablaba afuera en el Seminario, por ahí un Sacerdote dijo ¨el Seminario es un desmadre¨ y es cierto.

La primer encomienda era poner en su lugar al grupúsculo que  movía los hilos en el  Seminario, y le costó trabajo pero lo logro, después los encontronazos con el Padre Velarde por  incompatibilidad de ideas llevo al final del ciclo escolar a un rompimiento entre dos liderazgos, pero era necesario, por eso se supo primero  que nada la  inminente salida del Padre Velarde.

En este fin de ciclo escolar salen algunos formadores, llegan otros y se condiciona a unos cuantos  su estancia. Urgen formadores santos para  que  haya  Seminaristas Santos.

Los formadores que llegan  tienen un perfil  de los formadores antiguos, los de la vieja escuela, se habla de la llegada de  los Pades José Sanchez Montes y de Heriberto Alcala quienes ya fueron formadores, en el ciclo anterior entro Leopoldo González, quien tambien ya había sido formador anteriormente en tiempos de Alfredo Davalos. Se escucha muy fuertemente que tambien llega como formador David Plasencia, a quien le apodan ¨Pericles¨ y quien tambien fue  formador, o sea puros lobos viejos de mar para iniciar la renovación de una institución clave en una diocesis.

Salen desde luego  Francisco Garcia Velarde, los cirecianos Hector Franco, Enrique del Rio, Guillermo Ochoa, también Fernando Barajas Magdaleno quien tenía demasiado tiempo de formador, casi toda su vida sacerdotal y otros que van a encomiendas especiales, a Roma, a Oaxaca y a Osmex.

Veremos que pasa en este nuevo ciclo escolar, con la  justa y necesaria renovación del Seminario, algo que también falta a ciertas instancias diocesanas, ojala y Monseñor Robles haga corte parejo, para que así pueda trabajar  en bien de la grey tapatía.